En el altiplano viven dos
ancianos que parecen ser como otros de su edad que disfrutan en paz los últimos
años de su vida. Son hermanos, se visitan con frecuencia y hasta parecen
amistosos. Nada más alejado de la realidad. Se trata de Lázaro Francisco y
Fidencio Cruz Escobedo, quienes encabezan una bien organizada red de despojo de
tierras que opera desde hace tres décadas en su municipio natal, Zempoala, como
en los municipios vecinos.
El primero en despuntar en este vida criminal fue
Lázaro Francisco, el mayor, que con 80 años encima trabajó en la Oficina
Predial del municipio de Zempoala, luego, ya en los 80´s y parte de la
siguiente década, en la oficina de
recaudación de la entonces Secretaría de Hacienda y Crédito Público. En ambos
sitios, tuvo contacto con gente en posición vulnerable a los que comenzó
extorsionando y luego, descubrió el negocio del siglo del que hasta la fecha
vive: el despojo de tierras, casas y terrenos.
En la Oficina Predial pasaban por sus manos las
boletas y situación de cada predio de Zempoala. Ahí, supo quienes no habían
pagado el impuesto predial por ausencia, fallecimiento o desinterés. A los
morosos, les hacía “descuentos” ilegales que nunca llegaban al erario, pero sí
a su bolsa. Sin embargo, lo que era su mina de oro eran aquellos predios donde
la gente había muerto o sus parientes dejaron simplemente de pagar. Descubrió
que muchos de estos terrenos y luego parcelas, estaban intestadas y comenzó a
reclamarlas. De ahí el mote de la banda, pues comenzó a decir que esas tierras
y predios eran suyos, una “herencia” que sus parientes lejanos le habían
dejado.
Y aquí aparece el problema, pues para reclamar esas
tierras se le ocurrió el método menos explotado; la vía legal. Así comenzó a
iniciar demandas de sucesión donde sabía que no había dueños, logrando, a través
de abogados corruptos, en especial una con la que ha trabajado por años, que se
ha prestado para el despojo de tierras.
Este método lo aplicó con la gente, algunos sus
vecinos, pero sobre todo con sus parientes que no contaban con papeles de sus
casas y parcelas. En especial, se centró en aquellos donde la cabeza de hogar
era una mujer para despojarlas con amenazas verbales y de armas de fuego,
demandas y todo tipo de intimidaciones que luego su hermano, Fidencio, también
copió de manera efectiva.
Con
el paso del tiempo, Lázaro Francisco vio que su método le rendía frutos pues
tras largos procesos, algunas cachetadas y mentadas de madre, que para él bien
valían la pena, lograba quedarse con el patrimonio de varias familias, siendo
un negocio redondo pues le invertía poco y la ganaba mucho, y sobre todo,
descubrió que había impunidad pues legalmente terminaba con escrituras y
títulos de propiedad en las manos con lo que las víctimas no podían ni siquiera
reclamar nada.
Esta ardua carrera criminal de Lázaro Francisco le ha
dejado millones de pesos a lo largo de estos más de 30 años, en que conoció el
teje y maneje de las demandas penales y los recovecos de la ley para hacerse de
decenas de parcelas, terrenos y casas sin importar que en varios casos los
perdía. Se relacionó con autoridades a las que sobornaba, amenazaba (también
con demandas) o coaccionaba con diversos métodos para lograr su propósito para
obtener papeles legales e ilegales que le ayudaran a obtener escrituras y
títulos de propiedad.
Con
diversas órdenes de aprehensión, Lázaro Francisco también aprendió a evadir la
ley pues sabía que el despojo tiene una sanción mínima en el estado de Hidalgo
la cual saldaba pagando pírricas multas. En pleno 2019 y a punto de cerrar esta
década, la asociación delictuosa de
Lázaro Francisco y su hermano Fidencio puede estar llegando a su fin pues ya
aparecieron quienes no se han dejado y han hecho públicas sus historias de
despojo a manos de estos sujetos que hasta podrían pasar sus últimos días tras las
rejas.
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